Mi cabeza... Notaba como millones de agujas miscroscópicas hacían presión en mi sien. Cada vez iba notando la existencia de mis brazos y piernas... Un momento. Si podía sentirlos significaba que no había muerto... ¡No había muerto!
Abrí los ojos pausadamente mientras inspeccionaba la habitación en la que me encontraba. La enfermería. No es que hubiera estado muchas veces, pero conocía cada mínimo detalle que había aquí. Intenté moverme para ver o incluso tratar de levantarme, pero unas manos me lo inpidieron.
- No lo hagas... Solo harás que te duelan más las articulaciones...- giré la cabeza para ver de quién era la voz. De Taylor era imposible, la reconocería a un kilómetro de distancia, dado que siempre he sido su amiga.
Era Demon, que me miraba con cara de preocupación y enfado.
- Está bien... Puedo levantarme ya...- lo intenté de nuevo, pero él me tumbó de nuevo.
- ¿Pero qué te pasa?- le pregunté enojada.
- ¿Que qué me pasa a mí? ¡Te recuerdo que has estado a esto de morir ahogada! Si no llega a ser porque y...- se quedó callado. En ese momento me di cuenta de que estaba empapado. Entonces me salvó él...
- Gracias.- le dije.
- ¿Por qué?- preguntó con gesto confundido.
- Por salvarme.
- No hay de que.- refunfuñó.
Taylor apareció con una cara que reflejaba toda la preocupación del mundo en ella.
- ¡¡¡Lyss!!! ¿¿Cómo estás?? ¡¡Me has dado un susto de muerte!! ¿No te ha pasado nada? ¿Ninguna lesión ni ningú...?
- ¡Tay! ¡¡Tay!!- le corté. Estaba histérico.- No, estoy bien. Relájate un poco, estás bastante estresado.
- ¡¡Lys!! ¿¿Por poco te ahogas y me dices que estoy estresado??- me abrazó.- Tonta, me has dado un susto de muerte...
- Bueno... Ya todo está bien.- me levanté, al fin, sin que nadie me tirara de nuevo a la camilla.- Creo que me iré vistiendo para la excursión de esta tarde...
- ¿Estás loca? ¡Acabas de salir de la enfermería!- exclamó con indignación Taylor, mientras Demon ponía mala cara.
- No... Y que sepas que nada más vamos a ir a la ciudad que hay un par de kilómetros más adelante de este desolado internado, no a Nueva Zelanda.- comenté, a lo que Taylor suspiró.
- Está bien... Pero a la mínima que notes que te encuentras peor me lo dices, ¿vale?- sonreí como respuesta.- Bueno, venga, vete a cambiar entonces... Es bastante tarde.
Me fui de aquella habitación que tanto odiaba... No sé cómo me las apañaba, pero siempre acababa en la enfermería de algún modo...
Me cambié lo más rápido que pude, sin tener en cuenta lo que me ponía... Dudo mucho que tenga bastante sentido de la moda...
Ya en el autobús, Taylor se sentó junto a mí, mientras hablaba de cualquier cosa sin sentido, como podían ser los videojuegos, el ordenador, la ropa, el deporte, mientras yo asentía sin tener ni idea de qué me estaba hablando, más que nada porque no le escuchaba.
- ¿Lyss? ¿Me escuchas?- preguntó.
- ¿Eh? Sí, claro...
- No lo estabas haciendo, ¿verdad?- inquirió, mientras yo, con una pequeña sonrisa inocente, negaba con la cabeza.- Te estaba diciendo si vas a querer algo del Starbucks.
- Eh... Bueno, aunque no traigo dinero...- repliqué, mirándome los bolsillos, esperando que de alguno de ellos saliera un mísero dólar, aunque con eso no iba a hacer mucho...
- Tranquila, te invito yo.
- Gracias... Pero no tienes que hacerlo si no quieres...- él sonrió lleno de felicidad.
- Lo hago encantado.
Llegamos a nuestro destino: una ciudad bastante grande, donde la directora, junto con las cocineras iban a ir a comprar para alimentar a no sé cuántos niños había en el internado. Mientras, a los demás alumnos nos dejaban dar una vuelta por allí, con la condición de que debíamos estar de vuelta en el autocar en unas 4 horas.
El segundo lugar al que fuimos fue al parque. El primero... el Starbucks... Sinceramente hacen unos smoothies que están mejor que en otra parte del mundo.
El parque estaba desabitado. ¿Sabéis esa sensación de que hay algo extraño en un lugar, pero no lo puedes ver, solo sientes escalofríos y tu cerebro te dice que algo pasa aquí? Pues eso mismo es lo que me pasaba a mí con este lugar. Y qué decir que el parque estaba al lado de un cementerio...
Taylor, sin embargo, disfrutaba con los lugares lúgubres y penunbrosos... Y las películas de miedo, al contrario que a mí. Siempre las había odiado, porque en cierto modo, me recordaban a como iba a terminar la historia de mi vida...
Sentada debajo de un árbol divisé a una chica rubia mirándome fijamente. No podría tener más de 18 años... Y tenía algo: una mancha de sangre en el vestido blanco que llevaba. Éste parecía del siglo XX.
- Tay...- le llamé en un susurro.- ¿Por qué esa chica está ahí?- él siguió el camino de mi mirada, y frunció el ceño.
- ¿Qué dices, Lyss? No hay nadie allí.- contestó con seguridad, haciéndome volver a mirar. Y en cierto modo no había nadie... Había desaparecido en una milésima de segundo. Me di la vuelta y me la encontré a centímetros de mi cara. Me asusté tanto que pegué un grito ahogado.- ¿Estás bien?- me preguntó Tay con inmensa preocupación. Le dediqué una mirada de "Pero si está en frente de mí la chica", a lo que él me siguió mirando confundido.
- No puede verme.- habló por primera vez la pequeña chica rubia de ojos aguamarina.- No te molestes.- le hechó un vistazo a Taylor.- Vaya... ¿Quién es?
- ¿Quién eres tú?- ella se dio la vuelta para volver a ver mi cara, mientras Tay fruncía el ceño.
- ¡Oh! ¡Qué descortes por mi parte! Mi nombre es Cassie. Tú por lo que veo eres Lyss.
- ¿Cómo... cómo sabes mi n...?
- Lo he oído antes, de tu amigo Taylor.- comentó mientras sonreía. Parecía una bailarina con esa cara y ese vestido. Era tan... guapa.
- Lyss.. ¿Te pasa algo?- me preguntó él, intenando ver con quién hablaba.
- Ehh... No. Hablo sola. No pasa nada.
- Estoy aquí para ayudarte.- dijo ella, haciendo caso omiso del comentario. La miré intentando pedir una explicación con los ojos, a lo que ella rió.- ¿Qué por qué?- asentí.- Porque la has cagado pero bien.
- Por salvarme.
- No hay de que.- refunfuñó.
Taylor apareció con una cara que reflejaba toda la preocupación del mundo en ella.
- ¡¡¡Lyss!!! ¿¿Cómo estás?? ¡¡Me has dado un susto de muerte!! ¿No te ha pasado nada? ¿Ninguna lesión ni ningú...?
- ¡Tay! ¡¡Tay!!- le corté. Estaba histérico.- No, estoy bien. Relájate un poco, estás bastante estresado.
- ¡¡Lys!! ¿¿Por poco te ahogas y me dices que estoy estresado??- me abrazó.- Tonta, me has dado un susto de muerte...
- Bueno... Ya todo está bien.- me levanté, al fin, sin que nadie me tirara de nuevo a la camilla.- Creo que me iré vistiendo para la excursión de esta tarde...
- ¿Estás loca? ¡Acabas de salir de la enfermería!- exclamó con indignación Taylor, mientras Demon ponía mala cara.
- No... Y que sepas que nada más vamos a ir a la ciudad que hay un par de kilómetros más adelante de este desolado internado, no a Nueva Zelanda.- comenté, a lo que Taylor suspiró.
- Está bien... Pero a la mínima que notes que te encuentras peor me lo dices, ¿vale?- sonreí como respuesta.- Bueno, venga, vete a cambiar entonces... Es bastante tarde.
Me fui de aquella habitación que tanto odiaba... No sé cómo me las apañaba, pero siempre acababa en la enfermería de algún modo...
Me cambié lo más rápido que pude, sin tener en cuenta lo que me ponía... Dudo mucho que tenga bastante sentido de la moda...
Ya en el autobús, Taylor se sentó junto a mí, mientras hablaba de cualquier cosa sin sentido, como podían ser los videojuegos, el ordenador, la ropa, el deporte, mientras yo asentía sin tener ni idea de qué me estaba hablando, más que nada porque no le escuchaba.
- ¿Lyss? ¿Me escuchas?- preguntó.
- ¿Eh? Sí, claro...
- No lo estabas haciendo, ¿verdad?- inquirió, mientras yo, con una pequeña sonrisa inocente, negaba con la cabeza.- Te estaba diciendo si vas a querer algo del Starbucks.
- Eh... Bueno, aunque no traigo dinero...- repliqué, mirándome los bolsillos, esperando que de alguno de ellos saliera un mísero dólar, aunque con eso no iba a hacer mucho...
- Tranquila, te invito yo.
- Gracias... Pero no tienes que hacerlo si no quieres...- él sonrió lleno de felicidad.
- Lo hago encantado.
Llegamos a nuestro destino: una ciudad bastante grande, donde la directora, junto con las cocineras iban a ir a comprar para alimentar a no sé cuántos niños había en el internado. Mientras, a los demás alumnos nos dejaban dar una vuelta por allí, con la condición de que debíamos estar de vuelta en el autocar en unas 4 horas.
El segundo lugar al que fuimos fue al parque. El primero... el Starbucks... Sinceramente hacen unos smoothies que están mejor que en otra parte del mundo.
El parque estaba desabitado. ¿Sabéis esa sensación de que hay algo extraño en un lugar, pero no lo puedes ver, solo sientes escalofríos y tu cerebro te dice que algo pasa aquí? Pues eso mismo es lo que me pasaba a mí con este lugar. Y qué decir que el parque estaba al lado de un cementerio...
Taylor, sin embargo, disfrutaba con los lugares lúgubres y penunbrosos... Y las películas de miedo, al contrario que a mí. Siempre las había odiado, porque en cierto modo, me recordaban a como iba a terminar la historia de mi vida...
Sentada debajo de un árbol divisé a una chica rubia mirándome fijamente. No podría tener más de 18 años... Y tenía algo: una mancha de sangre en el vestido blanco que llevaba. Éste parecía del siglo XX.
- Tay...- le llamé en un susurro.- ¿Por qué esa chica está ahí?- él siguió el camino de mi mirada, y frunció el ceño.
- ¿Qué dices, Lyss? No hay nadie allí.- contestó con seguridad, haciéndome volver a mirar. Y en cierto modo no había nadie... Había desaparecido en una milésima de segundo. Me di la vuelta y me la encontré a centímetros de mi cara. Me asusté tanto que pegué un grito ahogado.- ¿Estás bien?- me preguntó Tay con inmensa preocupación. Le dediqué una mirada de "Pero si está en frente de mí la chica", a lo que él me siguió mirando confundido.
- No puede verme.- habló por primera vez la pequeña chica rubia de ojos aguamarina.- No te molestes.- le hechó un vistazo a Taylor.- Vaya... ¿Quién es?
- ¿Quién eres tú?- ella se dio la vuelta para volver a ver mi cara, mientras Tay fruncía el ceño.
- ¡Oh! ¡Qué descortes por mi parte! Mi nombre es Cassie. Tú por lo que veo eres Lyss.
- ¿Cómo... cómo sabes mi n...?
- Lo he oído antes, de tu amigo Taylor.- comentó mientras sonreía. Parecía una bailarina con esa cara y ese vestido. Era tan... guapa.
- Lyss.. ¿Te pasa algo?- me preguntó él, intenando ver con quién hablaba.
- Ehh... No. Hablo sola. No pasa nada.
- Estoy aquí para ayudarte.- dijo ella, haciendo caso omiso del comentario. La miré intentando pedir una explicación con los ojos, a lo que ella rió.- ¿Qué por qué?- asentí.- Porque la has cagado pero bien.